Comite Amigos del Istic

Por Javier Herrero Pita

Mediados de julio…¡ya soy teólogo!...Principios de agosto, en un gigante de la economía germana (EADS), ante una eminencia de la Ingeniería alemana:

- ¿Qué has estudiado además de Ingeniería?
- Teología en las Islas Canarias…
- Hum…mi mujer es católica, pero yo soy un poco escéptico…tú sabes…no puedo con lo de Adán

Yo no pude más que esbozar una silenciosa sonrisa interior, humilde, también llena de tristeza, pero también de agradecimiento; sí, de agradecimiento a ti, querido Instituto de Teología. Yo me hallaba hace siete años como este docto alemán: repleto de conocimientos y formación matemática, pero con una formación religiosa casi presidida por el “Jesusito de mi vida”. Por ello, esta carta es fundamentalmente una carta de agradecimiento; agradecimiento a todos aquellos que colaboran y han colaborado para que este Centro continúe su inapreciable singladura. Por otro lado, como ex-alumno también me gustaría brindar unas reflexiones no exentas crítica constructiva. Por ello, sean vistas tales desde la óptica del amor y respeto que profeso a todo el equipo humano que conforma este bendito Centro.

Estas bien podrían ser las etapas por las que yo he pasado en el ISTIC y que de algún modo también se han reproducido en algunos compañeros:

Una primera de desconcierto: un mundo nuevo se asoma en mi vida y desea que me instale en él. Es el mundo de la reflexión racional, es el mundo de la filosofía. De este período se saca una conclusión descollante: nos quedamos en la dermis de la realidad.

Una segunda de crisis: lo antiguo es sometido a replanteo. La seguridad que ofrecía a nuestra religiosidad, por ende a nuestra vida, el infantil trato comercial con Dios, así como la caricatura que de él trazábamos –reproducimos trazados caricaturescos de cualquier ámbito de la realidad cuando tal es concebida de forma infantil, pero con inteligencia y capacidad de adulto-, se volatilizan…nos falta el suelo que nos sustenta y nos cae de plomo el aforismo kantiano: atrévete a pensar. En definitiva: vértigo; vértigo porque la “formación” que se esfuma nos asimilaba al retoño que solo encuentra dicha en el regazo maternal, y que ahora ha de verse a solas frente a una realidad que le es en principio hostil pues difiere mucho del evadido rostro materno. En definitiva, la infancia religiosa, que a muchos acompaña hasta bien entrada la adultez, y a los que más no abandona nunca, desaparece por metamorfosis para convertirse en humus de la sólida formación que se avecina en ciernes.

Y una tercera etapa de gozo; el gozo de experimentar lo nuevo, que sigue procediendo de Dios, como de Dios procedía la infancia religiosa, solo que ahora la novedad se hace capaz de ser acogida, mientras que la segunda fue impuesta. La diferencia entre el que rige su vida por imposición externa y el que actúa por acogida no es baladí: aquellos son personas dependientes, estos, libres; aquellos son siervos, estos, señores; aquellos rigen su vida por la ley, estos por el amor.

Pues bien, querido Instituto, este ha sido el proceso grosso modo que ha de acontecido en mi vida de los últimos siete años. Y esto lo digo a boca llena: los “culpables” de ello son el fabuloso equipo docente del Instituto: de los que están, y de los que estuvieron.

Cualquiera que tenga cierta experiencia académica, percibirá en seguida que el Instituto Superior de Teología no es centro universitario como otro cualquiera.

Mi más sincera felicitación por la obra.Acabo de venir de verlo y me ha encantado.Hay un buen trabajo previo, y sobre todo en escena.Merece la pena dar a conocer el evangelio, a través del arte escénico.Asi que mi más sincera felicitación a todos y cada uno, de modo especial a Elia Campanalunga como directora. Cuenten con todo mi apoyo.Felicidades.

Julio Roldón García

Quisiera comenzar agradeciendo la creación de este blog, ya no solo para aportar nuestros pensamientos y reflexiones, sino para hacernos ver que este centro nos preocupa, que forma parte de nuestras vidas, y que de una manera o de otra, va haciéndose un hueco dentro de nosotros y nos va formando no solo como alumnos sino como una familia, pequeña, sí, pero acogedora y siempre con los brazos abiertos.

Llevo unos años participando del alumnado de este centro, y la verdad que mi inicio en este centro no es sólo por los interrogantes que suscitan en mi el ser creyente, sino que mi inicio se encuentra en el querer saber y conocer más en Quién creo. No es un afán de saber más por saber, sino que es una necesidad que siento dentro, en mí, para llegar cada día más y más a ese Dios que se encuentra en mí y en todos. No quisiera ser un creyente y nada más, me gustaría ser un creyente que sabe y que conoce a Aquel en quien cree.

Creo que el Concilio Vaticano lo deja todo muy claro respecto a la formación, ya que no solo insta a una formación intelectual (la cual creo que es una base sólida y fundamental), sino que llama a la formación para el apostolado. Un apostolado que en el mundo de hoy, necesita una fuerte y concienzuda preparación, ya sea para el diálogo fe-cultura, ya sea para la misma vida cristiana ( AA 28ss.). Pero me gustaría ir más allá, es una formación que nos empuja al futuro, a nuestro futuro cristiano, y a la formación de todos los que detrás de nosotros llevarán al mundo ese mensaje de esperanza, no solo me refiero a la formación de los cristianos, o mejor dicho de los nuevos cristianos, sino a la pastoral de la familia, a la formación de nuestros hijos ( GS 52 ); ¿Cómo pretenderemos inculcarles ese Amor por Dios, o como podremos responder a sus dudas, a sus desalientos, a sus desesperanzas, a sus preguntas por la vida?.Creo que este Centro, y los demás centros de formación, son un punto privilegiado para la vida y desarrollo de esta nuestra Iglesia. Creo que el ISTIC es como un corazón que en un impulso de diástole y sístole empapa al mundo de nuevos y preparados cristianos, incluso me arriesgaria a decir que sin estos centros de formación, la vida de muchas personas, la vida de la Iglesia estaría destinada a un progresivo desgaste, en el que actuaríamos finalmente por simple monotonía y sin razón

.......y la verdad que para ser un cristiano monótono, sin planteamientos ni razonamientos..... mejor me quedo en mi casa sin hacer nada.

Óscar Hernández Alvarez