miércoles, 10 de marzo de 2010
Hola de nuevo desde estas lejanas tierras. Quien haya leído mi escrito anterior podría extrañarse en un punto: ¿a qué me referiría con lo “crítica constructiva”? Pues bien, aquel era un escrito necesitado de continuación. Pues nada, continuemos…y critiquemos sanamente…

Terminaba aquel escrito diciendo que el Instituto no era un Centro como cualquiera. Solo un miope mental no lo percibiría. Pero, yo me pregunto, ¿sólo por los contenidos impartidos es por lo que el Centro se ha de diferenciar de otras Instituciones docentes?; ¿no deberíamos ser “mucho más diferentes” que los demás?; ¿qué pretendo decir exactamente con esto último?

Yo creo que hay una diferencia fundamental entre nuestros estudios y cualquier otro. Si preguntamos a un alumno de cualquier Facultad que por qué estudia lo que estudia, lo más probable que nos conteste –y sobre todo hoy día- algo así: “porque viviré de esto”. Si posee gran vocación de los estudios que desarrolla, incluso podrá decir que vivirá para esto. Sin embargo, el teólogo añadirá un pequeño detalle, una insignificante preposición… “viviré por esto”. Sí, creo que de veras es así; creo que sólo el teólogo puede decir: no sé si viviré de esto, pero seguro que viviré para esto y por esto. Pero, ¿qué pretendo decir con este galimatías? Trataré de explicarme…podré vivir de las matemáticas e incluso para las matemáticas, pero nunca por las matemáticas. Cualquier disciplina universitaria insufla conocimientos en la persona, pero es el Evangelio el que insufla auténtica vida. De ahí que haya escogido la expresión “vivir por”: son los estudios teológicos, los que “me asumen”, me configuran y me proyectan en este mundo. Y decir estudios teológicos es decir Cristo, porque es Cristo el que se haya velado-desvelado detrás de ellos. Sí, amigos Pitágoras, Bolzano o Newton: podré disfrutar mucho con vuestros descollantes teoremas y razonamientos, pero tales serán siempre extranjeros en la configuración de mi mapa ontológico. Dispararás mi capacidad reflexiva, amigo Platón, pero tu caverna a lo sumo me podría indicar lo que tú entendiste por verdad. Sólo el que se identificó personalmente con la verdad podrá configurar a la persona para vivir para estos estudios y por estos estudios. La Teología no abandona al que alguna vez asumió; permitirlo sería casi tanto como una apostasía no reconocida en el Derecho Canónico.

Bueno, ¿y a dónde quiero llegar? Sencillamente aquí: esta configuración de la que hablado no puede sino definir un vector vital. Sin tal vector, nos quedamos al nivel de otras disciplinas académicas. Por cierto, no conozco ningún misionero que se halle en el Congo dando su vida por la integral de x o por el cogito. Retomando el tema: vida es una palabra que jamás se ha de desligar del contexto académico de nuestro querido Instituto. En este sentido, creo que lo de reconocer: hemos suspendido, o, a lo sumo, aprobado por los pelos. Se me ocurren tan solo tres ejemplos:

1.- ¿Qué contacto ha tenido un alumno laico con el Obispo de la Diócesis durante toda su formación?;

2.- ¿En qué medida se ha fomentado el amor al Seminario en el Centro?;

3.- ¿Qué espacios de comprensión y diálogo entre seminaristas su mundo y laicos y su mundo se han promovido por el Centro?

Si hablo sólo por mí, he de decir que no he podido dirigirle la palabra ni una sola vez al Obispo en siete años; si hablo sólo por mí he de decir que he asistido ¡una vez! motu proprio al Seminario para que Luís María me examinara. En este sentido, creo que han practicado mala política exterior: ¡sólo por comer el exquisito menú que allá se degusta, merece la pena ir! Bromas aparte, creo que un mayor conocimiento por parte de los futuros teólogos del seminario es esencial. Es difícil amar lo que se desconoce…

Asimismo, no puede ser que yo haya coincidido siete años con seminaristas y que tras esos siete años nuestro conocimiento mutuo, nuestros intercambios de experiencias hayan sido casi nulos. No pido alojarme en el Seminario, sino simplemente que entre todos se busquen espacios de diálogo para no resultar extraños los unos de los otros, para no parecer dos equipos: uno de fútbol y otro de billar.

Para finalizar, he de decir que con fruición me he enterado del éxito la cena de Navidad; con fruición también me he enterado de la excelente iniciativa de la obra de teatro. Creo que estas son acciones que no han de ir sino en provecho de nuestro querido Centro. Yo he estado siete años allá y han sido maravillosos…sólo deseo que sean aún más maravillosos a las nuevas generaciones que visiten nuestro querido Instituto de Teología.

(me voy a dormir…una de la mañana y fuera dice el termómetro -12º…¡que viva Gran Canaria!)

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